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Arreando al elefante | ¡Ya, carajo! ¡Urge una educación humanista!

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RICARDO SEVILLA

Por increíble que parezca, todavía hay gente que desprecia a aquellas personas que no tienen auto o casa propia. Se trata, desde luego, de seres mediocres, anodinos y sin ideas propias.

Lamentablemente, en pleno siglo XXI, aún hay personajes que presumen tener dinero pero, en realidad, no son más que burdos aspiracionistas que, agazapados en las sombras de su mediocridad, ansían que les llegue un golpe de suerte para poder colarse a la alta sociedad.

Se trata de seres que no piensan ni dialogan y que, por supuesto, no aspiran a construir puentes de entendimiento, sino a derrumbarlos: a dinamitarlos, aun a riesgo de que ellos vayan pasando por esos mismos puentes.

Muchas de estas personas, infelizmente, son jóvenes que, contra lo que podría esperarse de ellos, no desprenden la consuetudinaria alegría vital, como lo haría cualquier persona saludable y privilegiada.

Al contrario: lo único que estos personajes desprenden es resentimiento, rabia y animadversión contra las clases sociales menos privilegiadas.

Son aspiracionistas cuya libertad se ha convertido en una rebeldía sin motivo, sin causa. Son, en su mayoría, personas adictas al pillaje y a la violencia. No se arredran ante nada. No temen ausentarse de casa ni ser reprendidos por sus faltas.

Todos ellos observan una vivacidad que, por esta o por aquella razón, los lanza hacia una espiral de violencia.

Y, sin embargo, todo esa frenesí desbordado e incontrolablemente violento tiene orígenes muy claros que nos llevan a la familia.

Hay padres (y madres) que, por ejemplo, eligen caprichosamente a alguno de sus hijos para propinarles una paliza. Y no porque se trate de aplicar alguna sanción, sino, simple y llanamente, porque creen que una golpiza forja el carácter. Y esa burda “metodología”, claro, origina que haya seres humanos cada vez más violentos y menos humanizados.

Y si usted piensa en los jóvenes violentos y aspiracionistas que, en Angelópolis, han golpeado, cruel e impunemente, a personas que ellos encuentran vulnerables, debo decirle que sí, que no se equivoca: estos mozalbetes son la muestra cabal de que en México urge una educación humanista.

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