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Echados en la hamaca | “Se los dije”, ¡son buitres!

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ANTONIO ATTOLINI

En el complejo tejido psicológico que caracteriza la interacción entre opositores y adversarios políticos en cualquier sociedad, se encuentra una pulsión oscura que puede emerger en momentos de crisis, como el devastador impacto del huracán Otis en Acapulco. Esta fuerza se manifiesta en individuos que, en su afán por mantenerse en una postura de oposición perenne, prefieren que todo esté mal, que nada funcione. Se aferran a la esperanza de un fracaso generalizado para poder proclamar triunfalmente: “¡Se los dije!”.

Esta pulsión de muerte, en términos psicoanalíticos, se vincula con la agresividad y el deseo inconsciente de destrucción. En el contexto político, se traduce en una actitud destructiva hacia cualquier iniciativa que no esté alineada con sus creencias o intereses. Estos individuos, en su afán por mantener una postura de oposición radical, encuentran satisfacción en la desgracia ajena. Para ellos, el caos y la desesperación son herramientas que refuerzan su propia identidad y justifican su posición crítica constante.

Esta dinámica se acentúa en personas con una activa militancia política en medios de comunicación, ya que tienen una plataforma desde la cual difundir su visión negativa. Al alimentar el pesimismo y resaltar los errores, refuerzan su propia narrativa y generan un ciclo tóxico de desconfianza y polarización en la sociedad.

El ejemplo de un desastre natural ilustra esta pulsión de muerte de manera impactante. En lugar de unirse en solidaridad y buscar soluciones, algunos individuos políticamente activos prefieren destacar las fallas, culpando a sus oponentes incluso en momentos de emergencia. Esta actitud no solo obstaculiza la recuperación, sino que también perpetúa la división y el sufrimiento.

Es crucial reconocer y comprender esta pulsión de muerte en el ámbito político para contrarrestar su influencia destructiva. La empatía, el diálogo y el trabajo conjunto son fundamentales para superar las diferencias ideológicas y construir una sociedad más resiliente. En última instancia, es la responsabilidad de todos cultivar un clima de entendimiento y cooperación, incluso en medio de las discrepancias

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