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ANA MARÍA VÁZQUEZ
Expresidentes millonarios y hasta con plataformas petroleras (como Fox); exgobernadores terratenientes, dueños de mineras; funcionarios que insisten en que no se rebajarán su sueldo porque lo siguiente sería robar, (aunque su sueldo mensual rebase los 100,000 pesos); el todavía rector, doctor (dentista) Graue con un sueldo base de 176,876.88 pesos, más 63,386 pesos, más 30,377.44 más 83,153.44; sumado a lo que documenté en mi columna anterior sobre el presupuesto desbordado de la Suprema Corte son parte de los privilegios que seguimos sosteniendo a las “cúpulas doradas”, los intocables del sistema, con derecho a servirse con la cuchara grande por los “servicios prestados”, -servicios de robo y saqueo- cuando el salario mínimo vigente es de 207,44 pesos.
Sexenios atrás se justificaban dichos privilegios y sueldos de primer mundo con el pretexto de que “así no robarían”, absurda justificación para incrementar sueldos y cuentas bancarias, mientras entre ellos se otorgaban permisos para seguir robando y, aún ahora, las cárceles siguen llenas de inocentes y privilegiando a los culpables, sobre todo de cuello blanco, con el suficiente dinero para pagar una “justicia” que los favorezca.
He mencionado tres de las muchas cúpulas que existen, la de los viejos políticos, la universitaria y la de la corte, pero hay más, estructuras que se niegan a dejar el hueso, que intimidan, sobornan, inventan delitos o asesinan a cualquiera que cuestione la transparencia de sus actos, como el poder sindical del que goza Fernando Espino, otro que exige justicia “en los bueyes de mi compadre”, su poder y documentado nepotismo lo ha sostenido a través del tiempo ya que de él depende la movilidad de la capital; los líderes obreros, campesinos, de mercados públicos…todos con un pequeño-gran capital humano que se traduce en poder de manipulación y ganancia de dinero y privilegios.
¿Por cuál empezar o, mejor dicho, por cual continuará la 4ª transformación?
Desmontarlos uno a uno, requiere continuidad por supuesto, pero también compromiso y valor. Es un camino que apenas comienza si queremos una justicia real para cada mexicano y no solamente en “los bueyes del compadre”.