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Echados en la hamaca | Marcelo tiene derecho al disgusto

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ANTONIO ATTOLINI MURRA

Claudia ganó. Marcelo y otros cinco perdieron. Solo el primero decidió desconocer el proceso y quejarse de los resultados. Mucha incertidumbre despierta este comportamiento pero yo argumentaré que es algo normal y esperado. ¿Qué pasa con el candidato que queda en segundo lugar? ¿Cómo reacciona y qué derechos tiene?

Uno fundamental: el derecho al disgusto. Este término se refiere al derecho del candidato que no ganó a expresar su desacuerdo y descontento con el resultado de la elección. En una democracia, este derecho es fundamental porque permite que la voz de todas las personas que participaron en la elección sea escuchada, incluso si su candidato no ganó.

Cuando el segundo lugar patalea, se queja, alega fraude o amenaza con romper, no necesariamente significa que esté tratando de destruir la democracia. Expresar tu disgusto y desacuerdo puede ser una forma de presionar a los ganadores para que consideren tus intereses y preocupaciones.

Aquí es donde entra en juego el trabajo del académico Adam Przeworski. Él ha estudiado cómo los perdedores en elecciones democráticas a menudo pueden aceptar el resultado y mantener la confianza en el proceso democrático incluso cuando no ganan. La confianza del perdedor es importante para que una democracia funcione de manera efectiva. Si los perdedores sienten que no se les escucha o que el proceso es injusto, pueden volverse desilusionados y desconfiados.

Cuando el segundo lugar utiliza tácticas como quejarse o alegar fraude, está expresando su disgusto, pero también está enviando un mensaje a los ganadores y a la sociedad en general. Está diciendo: “Estamos aquí, tenemos preocupaciones legítimas y queremos que se nos escuche”.

En una democracia sana, los ganadores deben estar dispuestos a escuchar a los perdedores y considerar sus puntos de vista. Esto no significa que los perdedores siempre obtendrán lo que quieren, pero el proceso democrático implica la negociación y el compromiso. Al respetar el “derecho al disgusto” y escuchar las preocupaciones de los perdedores, se fortalece la confianza en la democracia.

Así que, en resumen, el “derecho al disgusto” es la capacidad de los perdedores en una elección para expresar su descontento y desacuerdo con el resultado. Esto no es necesariamente perjudicial para la democracia, ya que a menudo es una estrategia de negociación legítima. La confianza del perdedor, como señala Przeworski, es esencial para el funcionamiento efectivo de una democracia, y escuchar a los perdedores es una parte importante de este proceso.

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