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Antonio Attolini Murra
Le quedan menos de dos semanas al proceso político más importante que hemos vivido en México desde su consolidación como país democrático, al menos en la forma. El proceso de la sucesión presidencial del partido en el poder (MORENA, para los despistados) ha sido uno abierto, transparente y competido.
No solo el proceso se consolida como inédito, sino que su resultado también se antoja extraordinario: si las cosas se mantienen como se han mantenido ocho semanas, Claudia Sheinbaum se encamina a ser la primera a mujer en tutelar los destinos de nuestra Nación como la próxima coordinadora de los Comités en Defensa de la Cuarta Transformación.
Hay que decirlo: el proceso tiene legitimidad no sólo por sus reglas, sino también por el contenido programático que se discute. La Cuarta Transformación hoy significa que en Me uno hay 9 millones de personas fuera de una condición de pobreza, comparado al mismo país antes de que iniciara nuestro proyecto.
Esto solo por mencionar el éxito alcanzado más reciente. La diferencia que hay entre este proceso y la gran simulación del Frente Opositor es que la “revolución de las conciencias” tiene arraigo y resonancia real en la vida de la gente mientras que el segundo se basa desde el principio de considerar al obradorismo un “accidente”, tal y como lo dijo la misma Beatriz Paredes en su puesta en escena de debate a semana pasada. Se creen amos y señores del desenvolvimiento de la historia y nosotros un error en el código de programación que se corrige con el presionar de una tecla.
El señor constitución, la empresaria de las gelatinas, una ex gobernadora y otros tantos personajes más que han construido su historia de vida al amparo de la corruptela, el tráfico de influencias y de “excepciones”. Esa es la segunda diferencia entre ellos y nosotros.
A diferencia de quienes se la pasan reclamando excepciones en los proyectos políticos del pasado (“todo estuvo bien con Calderón, menos x”, “mantendría de Fox w pero cambiaría z”) todo al contentillo de su propia vanidad, en el obradorismo no hay zigzagueos: vamos a profundizar la transformación, a seguir siendo la máquina de ampliación de derechos y con una mujer como Claudia Sheinbaum al frente.
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