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Salvador Guerrero Chiprés
Autocuidado, solidaridad comunitaria, adecuada gestión institucional del espacio público y corresponsabilidad empresarial desploman la amenaza a nuestras personas durante la búsqueda legítima de entretenimiento nocturno.
Si falta alguno de esos elementos tendremos problemas.
En entidades como el Estado de México, además, existe la tendencia de arrojar toda la presión política y la persecución penal sobre los trabajadores, sean meseras, cadeneros, de limpieza o de entretenimiento.
Las ciudades modernas no pueden guiarse por histeria moralizante ni por necedades acerca de las responsabilidades de ley.
Lamentables y dolorosos como han sido para la comunidad y su familia, los decesos del empresario Iñigo Arenas o el de la joven Jacqueline, el primero muerto en un bar de Naucalpan, y ella cuando se dirigía a casa de una amiga después de salir de un antro de la Zona Rosa, colocan en el centro de atención la seguridad de antrear.
Tres elementos a considerar en este contexto: la prevención desde lo personal, como la planeación, hasta mantenerse atento en un entorno donde la depredación delincuencial incrementa a partir de las dos y media de la mañana; responsabilidad de los dueños hacia sus clientes, así como el acompañamiento e intervención de autoridades para la supervisión de los espacios privados.
El Jefe de Gobierno, Martí Batres Guadarrama, ha señalado que algunos antros como el República incumplen la norma y evaden cumplir la sanción mediante amparos. Hay muchos otros casos en todo el país.
Hombres y mujeres que actúan como “goteras” pueden ser segmentos de una lógica delincuencial más amplia. Por lo pronto, la ciudadanía tiene en sus manos aprender de las tragedias para modificar las realidades en cuyo contexto ocurrieron. Y no olvidemos que el Black Royce se halla en el Estado de México.
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