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- Sus abuelos fueron una de las piedras angulares de la cultura
- Sus hermanos Silvia Aurora, Rosalinda y Melchor
- El abogado Payambé López, apoyó a AMLO en su lucha
José Luis García Cabrera
En un rancho situado en el municipio Paraíso, que según nos cuentan es considerado el balneario natural del estado de Tabasco porque miles de turistas visitan todo el año sus playas–, un abogado y una maestra normalista formaron una familia compuesta por cuatro hijas e hijos: Silvia Aurora y Rosalinda, Adán Augusto y Melchor. La gente de la región dice que esa familia es honrada, culta, sencilla y respetada. El abogado, se llamó Payambé López Falconi y la maestra, Aurora Hernández Sánchez.
Las crónicas dicen que los padres de Payambé: Pascual López López (1885– 1963) y Araceli Falconí Vera (1908-1991), maestros de la Escuela Normal Rural de Jalpa de Méndez, fueron piedra angular de la cultura tabasqueña a principios del Siglo XX, época en la que Tabasco seguía siendo una provincia aislada del resto del país, y, en el mejor de los casos, tránsito para las ciudades de Tuxtla, Campeche y Mérida. En aquellos años, las pocas escuelas que había atendían a poco más de 2 mil alumnos, casi todos hijos de comerciantes o burócratas, dejando fuera a los hijos de los campesinos y los indígenas.
Pero todo esto no es nada en comparación con lo que don Pascual y doña Araceli sembraron en sus cuatro hijos, en especial Payambé quien al paso de los años y convertido en abogado y notario, sería una pieza clave para el movimiento que había emprendido su paisano López Obrador, a la postre Presidente de México.
A Payambé acudió Andrés Manuel para que diera fe de las presuntas irregularidades en las elecciones de Tabasco. Es posible que sin su firma todo esto no hubiera sido posible. No se sabe. Lo real es que a partir de esa rúbrica la familia de Payambé y la de Andrés Manuel crearon un fuerte vínculo; y el notario se convirtió en un personaje político importante en la historia de México, aunque poco conocido.
Cuando las voces de Paraíso han dicho que el matrimonio López Hernández y su descendencia, fue una familia comprometida con las causas sociales, habrá que creerlas. Payambé nació en Jalpa de Méndez, a unos 30 kilómetros de Paraíso, el 9 de febrero de 1932; falleció el 6 de diciembre de 2020 a la edad de 88 años; la profesora Aurora Hernández Sánchez, su esposa, murió el 21 de noviembre de 2021.
El niño Payambé, bajo la observancia de don Pascual y doña Araceli, recibió la enseñanza de que debía de ser leal a los principios y a los valores humanos; que debía luchar por la igualdad de las personas y por el rescate de la humildad de los individuos. Como en Paraíso no había escuela primaria, él y sus hermanas y hermanos, caminando o a caballo, diario tenían que recorrer los cerca de 15 kilómetros que separan a Paraíso de Comalcalco, municipio donde funcionaba una pequeña primaria rural.
Terminados sus estudios básicos, sus papás los mandaron al Distrito Federal para estudiar la preparatoria y la universidad. Pasado los años, el joven Payambé optó por estudiar Derecho en la UNAM, donde se tituló como abogado en 1959 con la tesis “Comentarios al Estado Federal”, en la cual hace diversas reflexiones sobre el manejo de la administración pública del gobierno federal, que no consignamos por no ser absolutamente indispensables para nuestra narración.
Sin embargo, no debemos omitir que durante la redacción de su tesis y su pasión por la abogacía descubrió que tenía el talento para la narración. Lo descubrió al releer las m u c h a s l i b r e t a s donde anotaba sus reflexiones. Fue entonces cuando decidió publicar un libro que tituló “Refranes”, en el que relata sus experiencias como litigante.
Los redactores de algunos periódicos, deseando manejar más datos sobre este personaje, y afirm a r s e m á s e n l a confianza de sus lectores, aseguran que el abogado Payambé era amigo y colaborador cercano del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) y como tal, le solicitó le ayudara a incursionar en la política haciéndolo diputado. Sin embargo, el mandatario poblano, con la visión y la franqueza que le caracterizaban, le sugirió que mejor se convirtiera en notario público de su terruño natal, ya que ese sector necesitaba sangre joven y con grandes ideas como él. Y así lo hizo.
UN FUERTE VÍNCULO
Así corría feliz y tranquila la vida del culto y amable abogado y notario Payambé –con fama de dedicado y honesto y de atender a todo mundo por igual en sus oficinas de Villahermosa donde, inclusive, a quienes no ajustaban para pagarle por completo sus honorarios, les daba la oportunidad de hacerlo mediante pequeños abonos–, hasta el día en el que López Obrador –a finales de la década de los 80– le pidió que diera fe de los presuntos ilícitos cometidos en contra de su movimiento, ya que ningún otro notario lo había querido hacer.
Payambé lo hizo y, como ya dijimos, las familias López crearon un fuerte vínculo que hasta la fecha prevalece.
A finales de la década de los 90, cuando pisaba los 70 años, el conocido abogado y notario dejaba sus oficinas de Villahermosa, a eso de las seis de la tarde, y se encaminaba hasta el café “Madam” a beber el negro y aromático brebaje con sus amigos Pepe López Galicia, Roberto Díaz Mérito, el dueño de la taquería “Los Vaqueritos” y otros conocidos, a quienes les impresionaba su cultura y sencillez en su trato. Pero quizá más le llamaba su atención sus extravagantes y floridos calcetines, que, incluso, propiciaban la broma o el tema de plática. Payambé no se molestaba, por el contrario, entre risas trataba de explicar por qué ese gusto y dónde los conseguía. En realidad, don Payambé era un gran charlista y amigo de todo aquel que quisiera su amistad. A todos les simpatizaba y todos le guardaban respeto y lo apreciaban.
Cuando trascendió la noticia de que había fallecido, el 6 de diciembre de 2020, no pocos políticos y parte de la sociedad tabasqueña expresaron condolencias a sus deudos, entre ellos a su hijo Adán Augusto López Hernández, gobernador de Tabasco, quien en sus redes sociales apuntó: “Nos deja su ejemplo de hombre generoso y padre excepcional. ¡Descansa en Paz!” (continuará).
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