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Antonio Attolini Murra
¿Por qué les molesta tanto que queramos hacer política? Quienes nos acusan, calumnian y difaman con el supremo argumento conservador de “la ley es la ley” piden que se acaben las asambleas, los discursos y los recorridos por todo el país. El movimiento social más grande de América Latina debe encerrarse detrás de puertas y ventanas y no expresar, orientar y dirigir nada respecto al futuro del país, solo porque “los tiempos electorales” son otros. La política es permanente y si no la haces tú, te la hacen quienes en nombre del privilegio quieren vernos escondidos y encerrados. No les vamos a dar el gusto.
La doctora Claudia Sheinbaum acaba de terminar su primer recorrido por todo el país: 32 entidades federativas en un mes, ¡y todavía hace falta un mes más! En las asambleas informativas se habla del presente y del futuro del país, pero también se hace un llamado a la memoria para saber que venimos de un narcogobierno con Calderón y de un banquete de juniors como Jefe de Estado con Peña Nieto. Este es el tipo de cosas que se requieren hacer para poder mantener la autoridad moral de la que se precia el Presidente y la que inexorablemente debe tener su sucesora: estar donde está la gente, no desayunando en elegantes restaurantes mientras el pueblo lucha por salir adelante.
Que se queden esperando, sentados y retorcidos de coraje quienes quieren detener el cambio; lo que pretenden es construir puertas al mar. Esos mismos que acusan con el dedo flamígero de la interpretación leguleya de la constitución y al mismo tiempo, la violan al hacer campaña abierta en contra de Morena, presentando propuestas y sin renunciar a sus cargos o posiciones. ¿Con qué cara Santiago Creel o la señora X. pueden acusarnos de algo si ninguno cumple lo que profesa? Me preguntan mucho mi opinión sobre la reciente incorporación a la palestra pública de la susodicha. Mi respuesta siempre ha sido que la verdadera doctrina de los conservadores es la hipocresía. Ahora sí que los tiempos estelares que vivimos no pueden ser empañados por el reflejo del espejo de vanidades en donde existen los conservadores.
Vamos bien y de buenas. Falta mucho, pero ya falta menos.
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