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La naturaleza del asesino
Sadit Gabriel
Preguntas y cuestionamientos siempre han surgido en torno al funcionamiento de la conducta humana: ¿por qué un hombre hace lo que hace?, ¿por qué piensa como piensa?, ¿por qué toma la decisión de matar a otro? Complicadas son las preguntas, así como lo suelen ser sus respuestas.
Misántropo (2023) debate cuál es la naturaleza de un asesino en masa, plantea vicisitudes deontológicas insondables hasta crear vetas brillantes e intrincadas; las acciones de cada personaje vislumbran el caos sobre el debate en torno a la prohibición de armas en Estados Unidos, hecho capital en la transigencia de una diligencia violenta.
¿Hurtar la existencia supone suerte de trascendencia?, ¿es o no es justo departir bajo la retórica del deceso alguna condición médica?, y más importante aún, ¿cómo existe un asesino? El deber ser del homicida alcanza en la cinta de Szifrón un nimbo donde el maniqueísmo se diluye a los pies de la ética (esto último no deja de ser acompañado de una apreciable actuación de la bellísima Shailene Woodley).
La condición de quien existe, en Hannah Arendt (filósofa discípula de Martin Heidegger), solía ser lo suficientemente rauda a las aptitudes del hombre como para ser aclarada.
“Si existe una naturaleza humana, quizá solamente Dios la conoce”, concluía la también amante del autor de Ser y tiempo (1927). Llega Misántropo a ese mismo sesgo; para bien, pero también para mal, las secuencias del producto no pueden ya discurrir la estructura ecuménica tras la displicencia del deceso.
Nombre: Misántropo.
Director: Damián Szifrón.
Año: 2023.
Calificación: 7 (buena).
Dónde: solo en cines.
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