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Ricardo Sevilla
En tono irónico, el presidente López Obrador habló ayer sobre la universidad de “periodismo” que encabeza Ely Ortiz, dueño de la empresa El Universal, Compañía Periodística Nacional S.A. de C.V. El primer mandatario, con ese ingenio que lo caracteriza, se refirió a esa compañía donde se dedican a formar “periodistas”.
Pero, detrás de esta ironía, se esconde la verdad: el señor Ely Ortiz, que tiene sus contratos millonarios con la UNAM (más de 10 millones de pesos para imprimir la gaceta de esa universidad), ha montado un jugoso negocio “informativo”. Y su método es muy sencillo: engatusar a los jóvenes periodistas para formarlos y adiestrarlos, como si fuesen un ejército de forajidos.
Egresados y egresadas de las carreras de periodismo, ciencias de la comunicación, periodismo y comunicación colectiva y otras profesiones afines son reclutados como “becarios” en el negocio de Ely Ortiz. Durante todo el tiempo que duran como “becarios”, son tiranizados; les gritan, los oprimen, los envían por el café y los hacen trabajar de sol a sombra. Y sin paga de por medio. Con la promesa de que, al terminar su servicio social (o esa figura horripilante que le llaman “prácticas profesionales”) podrán ser contratados en el “periódico”, los jóvenes apechugan.
Mientras tanto, los capataces en turno (antiguos “becarios” que aguantaron los mismos embates) son adiestrados en el “periodismo” que el dueño les impone. En ese modelo corporativo
(que utilizan en la mayoría de las empresas informativas) solo hay lugar para tres cosas: la adulación (si es bien pagada), la diatriba (si todavía no pagan) y la defensa (incuestionable) de los negocios del patrón.
Infelizmente, ese es el “periodismo” que hoy impera en la mayoría de los medios de comunicación. El periodismo objetivo, neutral, crítico que se aprende en las aulas, las más veces, es un espejismo que se borra cuando el egresado se enfrenta a la realidad. De ahí la importancia que tienen las lecciones que a diario imparte AMLO, y cuyas frase como “los periodistas chayoteros están muy lejos del pueblo y muy cerca del dinero”, entrañan una dolorosa certeza: el periodismo independiente es escaso.