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Abraham Mendieta
Este próximo domingo se disputa, por fin, la elección del Estado de México, esa que, desde hace 6 años, tras el fraude electoral en contra de Delfina Gómez, ya tenía un resultado bastante claro: la salida del PRI del estado que mal gobernó por casi un siglo. Un viejo filósofo alemán decía, como siempre nos recordaba Juan Carlos Monedero, que los ejemplos son la claudicación del pensamiento, sin embargo, en materia electoral, nos permiten encontrar referencias para analizar el camino de los fenómenos electorales.
En mi opinión, hay dos opciones probables para la elección del Estado de México. El primer escenario, es que la votación se asemeje a la de los comicios pasados en Hidalgo, donde la victoria de Morena sobre la oposición será cercana al 2 a 1, en uno de sus bastiones clásicos. Las condiciones políticas son parecidas: las encuestas dan amplios márgenes de victoria para la Cuarta Transformación, y la relativa prudencia de un gobernador bien relacionado con el Gobierno Federal obligarían al mandatario a cumplir con la ley y no meter demasiado las manos en la elección.
Por otro lado, y en el margen de lo posible, también se encuentra un escenario similar al que ocurrió en Tamaulipas, en el que, aunque las encuestas daban una cómoda ventaja a la Morena, la operación delincuencial del Gobierno del Estado panista, a cargo de Cabeza de Vaca, redujo a la mala esta ventaja, y aunque no fue suficiente para evitar el triunfo de Morena, sí volteó de manera artificial varios puntos porcentuales para la elección.
En ambos escenarios, la victoria de la Maestra Delfina y de Morena parecen ya un hecho consumado, aunque en política nunca hay que descartar los hechos posibles, pero no probables, y en ese amplio elenco de situaciones, podríamos esperar que ciertos presidentes municipales opositores sí aplicaran a la vieja usanza la compra y coacción de voto, como estamos viendo en Naucalpan y Tlalnepantla. Todo parece indicar que no habrá triquiñuela que les alcance para voltear el resultado, pero no hay que confiarse: cada voto cuenta, y hay que defenderlo.
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