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Abraham Mendieta
Ante el bloqueo de las reformas constitucionales por parte de la oposición y la anulación de las reformas legislativas por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el presidente Andrés Manuel López
Obrador hizo una declaración que generó escándalo entre la oposición: “Hay que aplicar el plan c, ganar con mayoría en las urnas”. Y como no podía ser de otra manera, pues así ha sido todo el sexenio, sus adversarios cayeron en la trampa y denunciaron que el presidente estaba pidiendo el voto masivo por Morena, algo que no solo no ocurrió, sino que López Obrador evitó con cautela.
Era evidente que lo que el presidente buscaba, precisamente, es la conversación que la oposición abrió tras sus declaraciones, para así posicionar la idea central: ni un voto más al PRI ni al PAN para profundizar las
transformaciones que México vive, y evitar los bloqueos vividos en los últimos meses. Más allá de que las declaraciones que hizo el presidente López Obrador sí respetan las leyes electorales, pues no piden el voto por ningún partido o candidato en concreto, no deja de ser curioso que se escandalicen por algo tan sencillo como que López Obrador quiera que la Cuarta Transformación que él inició, continúe también el próximo sexenio.
¿Qué esperaban, que el presidente diera por concluida su obra e invitara nuevamente al PRI y al PAN a destrozar el país? ¿Acaso no saben que el presidente no es solo un jefe de Estado, sino también el político más hábil de las últimas décadas?
La oposición se escandaliza porque sabe la fuerza que tiene la palabra de López Obrador, para los millones de mexicanos que lo escuchan, lo respetan y lo acompañan en todo momento. Y no hay mayor muestra de la debilidad opositora que la percepción compartida de que la verdadera elección de 2024 no será la presidencial, sino la interna partidista de Morena, donde una encuesta decidirá quién tiene todas las posibilidades de ser el próximo presidente o presidenta de México.
Se asustan de algo que es evidente: cualquier presidente quiere que su obra continúe, y que la profundización de su proyecto sea ratificada en las urnas para el próximo sexenio. No es perpetuidad ni caciquismo, es
convicción de que el pueblo sabe que las cosas se están haciendo correctamente.
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