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Ana María Vázquez
Esta semana un juez dictó sentencia a favor de la cantante Sasha Sökol, obligando a su agresor a dar una disculpa pública y una retribución económica por el delito de daño moral. Todo se deriva de lo que, indica, fue una relación ilícita y asimétrica al tener ella 14 años y él 39. Una relación que era un secreto a voces y fue normalizada por todos, nadie en la empresa se atrevió a cuestionar al prestigiado productor y menos a señalar su naturaleza delictuosa, al contrario, entre burlas socarronas de pronto alguien le decía “asalta cunas” y él se ufanaba de ser conquistador y competitivo CON UNA NIÑA.
La importancia de este caso radica en la valentía de ella al denunciar abiertamente el hecho del que fue víctima, recordemos que el disparador fue una entrevista en la que el denigró abiertamente a la cantante.
Ella tuvo el valor de denunciar que una relación desigual en esa circunstancia no es sana, no es buena, no es normal y deja secuelas de por vida a quien la padece; esta vez su voz no fue para cantar, sino para gritar y la ley supo calibrar la denuncia con perspectiva de género, sin embargo, la realidad dista mucho de la condena social que se pretendería, a diario, cientos de niñas son deslumbradas y seducidas por hombres que, soñando con ser el “gran maestro” de adolescentes, incurren en este tipo de actos, mientras su núcleo sigue aplaudiendo.
“Todas las víctimas deben ser tratadas con respeto”, declaró la cantante y ojalá así fuera. Su caso es uno, simbólico, valiente, de una realidad que nos avasalla en un país en el que todavía las mujeres son tratadas
como objeto por los “usos y costumbres” de algunos pueblos, donde se promete un trabajo, o el estrellato a niñas que con 14 años apenas pueden vislumbrar el mundo más allá de las novelas románticas cuando la realidad es cruda y terrible, cuando se convierten en medallas que los depredadores van coleccionando para convertirse en “la envidia de los cuates”, cuando la “carne fresca y nueva” se convierte en deseo y no en un anhelo de relación sana e igualitaria.
Hay muchas Sashas en el medio artístico y fuera de él; si todas hablaran, se caerían muchas caretas, tal como sucedió con el “Me Too”.
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