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Sebastián Ramírez Mendoza
En solo unos meses todas las fuerzas políticas habrán de comenzar sus procesos internos para definir las candidaturas que competirán el gobierno de la Ciudad de México el próximo año. En Morena el método siempre ha sido claro, la elección de candidatas y candidatos se hace a través de una encuesta que medirá, no solo el conocimiento, sino la opinión positiva o negativa que la gente tenga sobre los aspirantes; es decir, al final será el Pueblo quien decida de entre las filas del Movimiento, quién nos representará en la boleta electoral.
Sin embargo, esto no ocurre en la oposición. Después de decidir aliarse el PAN, PRI y PRD para, según ellos, ser más competitivos electoralmente, no ha quedado claro su método interno más allá de las negociaciones cupulares. Para las contiendas de este año en el Estado de México y Coahuila, el PRI se reservó la designación de candidata y candidato, pero tanto el PAN como algunos de sus personajes han declarado que será su partido quien se imponga en la alianza para la Ciudad de México en 2024. Ante esto, los ciudadanos y el propio PRI y PRD, se han inconformado manifestando que no permitirán que se
les saque de la jugada.
A pesar de lo anterior, a quien en definitiva han dejado fuera de la jugada por sus opacas negociaciones ha sido precisamente a la ciudadanía. No han entendido que los partidos políticos, lejos de velar por los intereses de sus dirigencias, tienen que ser necesariamente instrumentos de lucha, incidencia y participación para la gente.
Se avecina una ruptura que es inminente. Lo que comenzó con un intento amorfo sin otro sustento ideológico que combatir al Obradorismo, por su propia lejanía con las causas del Pueblo, está destinado a terminar.
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