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Ana María Vázquez
California es considerada la 5ª economía del país, su gran riqueza se debe principalmente al turismo y la tecnología; San Francisco por su parte contiene 4 de los 15 condados más ricos. Ahí, entre la dorada bahía, el Golden Gate, los rascacielos, una mujer da a luz en plena calle, el video muestra que apenas nota al bebé que sale entre sus piernas, algunos indigentes como ella, adictos al fentanilo la ayudan torpemente, consiguen algunas frazadas y cubren el cuerpecito en el suelo, la madre, mareada, drogada, alcanza a subirse un poco el pantalón y toma entre sus brazos a la criatura que aún tiene el cordón umbilical, con el rostro inexpresivo, el cabello largo, rubio, enredado y sucio, tan sucio como el suelo de donde recoge al recién nacido, tan sucio como la riqueza que rodea a un país indiferente que solo ofrece Naloxona como recurso, que permite las armas en escuelas y casas pero que resulta indiferente ante la epidemia de adicciones. Ese niño, si tiene suerte, crecerá lo suficiente para ir al colegio donde será enganchado y quizá muera antes de los 15 de una sobredosis.
Hace unos días, el doctor Hugo Sánchez Gatell denunció la presión de EU para que la COFEPRIS autorizara la introducción de la Naloxona o Narcan en México, un negocio más para el negocio de las adicciones cerrando el ciclo económico que hace a los ricos más ricos y a los pobres más adictos.
No sirve la prevención en casa si el foco de transmisión está en las escuelas, esto lo saben principalmente las industrias y gobiernos que viven de los adictos, esa sociedad embrutecida aún puede ser exprimida y dar ganancias; así, los hijos de sus hijos seguirán manteniendo la construcción de más rascacielos, más yates en la hermosa bahía, mas puentes dorados, más neoliberalismo, porque “ellos”, no son humanos, ni semejantes ni nada parecido, solo son un eslabón más de la larga y dolorosa cadena de producción-beneficio.
Todo comenzó en Williamson, Virginia en 2006 cuando la empresa Pundue Pharma de la familia Sacker inundó ilegalmente el mercado con fentanilo. Hoy, todos tienen la culpa, menos el gobierno que solapó a sabiendas su distribución.