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Jorge Gómez Naredo
Es claro que quienes están en contra de Andrés Manuel López Obrador, les molesta que él hable, que él se comunique con el pueblo, que él informe y que él se defienda de la guerra sucia que hay en su contra. Las mañaneras son ese espacio donde el presidente puede defenderse, informar, contrastar información y emprender debates sobre la vida pública de México.
Para los de oposición, esas mañaneras son un show, y un lugar donde López Obrador “genera odio”. La verdad es que no queda claro si no comprenden lo significativo que es para la sociedad tener estos ejercicios de comunicación, o si las critican porque tienen que criticar todo lo que tenga que ver con AMLO.
La cuestión es que, en días pasados, Denise Dresser, en un programa de radio con Carmen Aristegui, afirmó que para que en México haya “concordia” entre los distintitos grupos políticos, era necesario que se eliminaran las mañaneras.
A esta declaración de Dresser, que es considerada por muchos una lideresa de la oposición, le siguió una campaña en redes sociales, con personajes considerados de derecha que pedían que se eliminaran las conferencias de prensa mañaneras.
Es claro que éstas no se eliminarán, sin embargo, estas actitudes de los “analistas” de buscar censurar al presidente López Obrador, los muestra de cuerpo entero. Las mañaneras cambiaron muchas cosas en México: la gente ahora está más informada, más interesada en los temas políticos y sociales del país, más analítica y crítica hacia todo. Y estas cuestiones han generado una transformación profunda en muchos aspectos. Y eso, en realidad, es lo que les molesta a los de oposición y a sus voceros en los medios.
La mañanera no se toca. Tocarla es ir en contra de la libertad de expresión, y es claro que esos que se dicen “defensores” de ésta, y que piden cancelar la mañanera, en realidad son unos hipócritas que sólo están
preocupados porque cada vez menos gente les hace caso. Sí, ya casi no los toman en cuenta. Y por eso están fúricos.