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Arreando al Elefante | Graue: el doctor de mentiritas

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Ricardo Sevilla 

¿Ya vio? Entre más escarbamos en la  Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), más suciedad brota de sus entrañas. Y esa suciedad, ahora, se ha derramado sobre la cabeza, seguramente hueca y mentirosa, de su rector: Enrique Graue. Y es que, de acuerdo con varios testimonios que pudimos recoger en la “máxima casa deestudios”, Graue “no es más que un impostor que se hace pasar como doctor, cuando no es más que un oscuro licenciado en medicina, con subespecialidad en oftalmología, que no fue capaz de estudiar ni una maestría”.

Y es que Graue, en efecto, lejos de ser un doctor, resulta que solo es un “triste y mediocre médico cirujano”, nos dicen. Y la verdad es que, lo más que estudió formalmente el rector fue una especialidad en oftalmología. Pero, lejos de ser el doctor que en todos lados va presumiendo que es, cursó una subespecialidad en Córneas y Enfermedades Externas, en la Universidad de Florida. Y déjeme contarle que tuvimos accesos a varias solicitudes que fueron presentadas a la Plataforma Nacional de Transparencia. Y, en uno de esos informes, luego de padecer más de veinte fojas de circunloquios y soporíferos términos legaloides, la UNAM tuvo que responder y reconocer que “Enrique Graue nunca cursó ningún doctorado, sino únicamente la licenciatura como Médico Cirujano”.

Impresiona que Guillermo Sheridan, por ejemplo, no haya reparado en que el rector Graue se ostente como doctor, sin serlo. Y yo me pregunto ¿esa clase de fechorías, usurpar grados académicos, no le parecerá indignante a Carlos Loret de Mola, ni a Héctor de Mauléón, ni a Héctor Aguilar Camín? ¿Qué dirán los probos y respetables “cazadores de plagiarios”?

Pero no son estas las únicas preguntas que me taladran la conciencia: ¿Sabrá el rector Enrique Graue que está comportándose como un perfecto hipócrita? ¿Llegará el día en que lo acepte, se arrepienta y ofrezca una disculpa? Y confieso que yo, honestamente, no lo creo. Pero lo que sí sé es que me acordé del escritor inglés William Hazlitt, quien, por cierto, decía que “el único vicio que no puede ser perdonado es el de la hipocresía”. Y agregaba que “el arrepentimiento del hipócrita es hipocresía en sí misma”.

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