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Echados en la hamaca | El gobierno mediocre que se va de Coahuila

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Antonio Attolini Murra 

Un gobierno mediocre —que es como he catalogado una y otra vez al de Coahuila— podría haber parecido tolerable hace muchos años, sin embargo, como el experimento de la rana a la que sumergieron en el agua para después elevar lentamente la temperatura, no nos hemos dado cuenta por qué en realidad esto es insostenible por más tiempo. Tres características del gobierno mediocre de Coahuila: no se concentra en el ejercicio de derechos, no se amplía el catálogo de los mismos y el dinero se gasta en pago de favores.

En primer lugar, un gobierno mediocre que cree que la seguridad solo es ausencia de conflicto no toma como horizonte de trabajo ni como su obligación ética atender las necesidades básicas del Pueblo, como la salud, la educación y el bienestar económico. ¿Hay más hospitales? ¿Hay mayor cobertura de la matrícula escolar? ¿Se mejoró la condición de vida de la gente? No, y no lo ha hecho por los últimos 20 años, Por eso digo que es un gobierno mediocre, porque se ha acomodado a hacer lo mínimo necesario y nada más.

En segundo lugar, un gobierno mediocre no amplía el catálogo de derechos para que la gente pueda ejercer un reclamo soberano a su derecho a existir, prosperar y ser feliz. Esto tiene una consecuencia moral y política, pero también una económica: las necesidades que se han ido acrecentando entre la gente y que el gobierno ha dejado que se estanquen como agua podrida en un tinaco afecta la productividad económica de una sociedad, representa una mala gestión de recursos, es sinónimo falta de inversión en infraestructura (somos el último estado en dicho rubro según el INEGI con cifras en 2022).

Esto es condición de frontera: lo poco que ampliamos el derecho de catálogos es lo poco que mejoramos la calidad de vida, el dinamismo económico y la capacidad de desarrollo por mérito propio del estado.
Finalmente, un gobierno mediocre que solo se dedica a pagar favores es insostenible porque socava la democracia y la estabilidad política. Un gobierno ineficiente, corrupto o incapaz de cumplir con sus responsabilidades crea un ambiente de desconfianza y falta de legitimidad. Esto puede dar lugar a la polarización política, la pérdida de credibilidad en las instituciones y la erosión del estado de derecho. Suena a lo mismo sobre lo que nos acusan y calumnias nuestros adversarios.

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