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Samuel Cantón Zetina
Aunque ha insistido mucho en que los aspirantes presidenciales renuncien a sus cargos antes de las encuestas de MORENA, porque -argumenta- “hay inequidad dado el poder de difusión de cada uno”, Marcelo
Ebrard no encuentra eco. Su propuesta se reduce al partido, porque los tiempos oficiales de “destape” y demás los marca el INE. Tiene razón, sin embargo, aunque es una reflexión que procede a nivel de los
precandidatos de todos los partidos, a población abierta, y en cualquier tiempo, y no nada más del movimiento guinda y de la etapa final de su proceso de selección.
Es muy fácil: cualquier servidor público con exposición mediática saca ventaja de origen a otro que no lo sea y no la tenga. Ebrard mismo se ha beneficiado de eso. ¿Y entonces? ¿En qué momento tendrían que
renunciar funcionarios y legisladores para que la competencia fuera justa con “los sin hueso”?
La exposición mediática, el mero conocimiento que la gente tiene de los dispuestos a sacrificarse, determina en gran medida el resultado de las encuestas. Significa, pues, que un nombramiento con el plus mediático es media candidatura, y que esa circunstancia circunscribe las contiendas internas y decide sus resultados.
Tal vez por eso no hay mayor debate a propósito de la iniciativa, y da la impresión que el criterio que continuará es que el pueblo siga la trayectoria -donde estén- de los que pretendan gobernarle, elija en encuestas y confirme en las urnas. En todo caso, la ponencia del secretario de Relaciones Exteriores no se basa en el temor de que el presidente Andrés Manuel López Obrador decida por “dedazo”.
“No necesitaría mentir con los niveles de popularidad que tiene, y siendo el líder del movimiento…”, opinó recién. Por cierto, si los pretendientes morenos renunciaran a sus cargos, y se hace la gira de AMLO por Sudamérica en septiembre -comenzaría en Chile, para el 50 aniversario del asesinato de Allende-, Ebrard ya no iría. No como canciller…