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Ana María Vázquez
“Está pelón”, siguen diciendo algunos con respecto a aquella tarde en la que, como en una coreografía, la música en el evento advirtió “cuidao con la culebra que muerde los pies y si muerde los pies yo la tengo que matar”, a 29 años del magnicidio parece que le importa más al pueblo que a su propio hijo saber exactamente qué pasó la tarde en la que después de un mitin, Luis Donaldo Colosio fue asesinado presuntamente por Mario Aburto. Asumo la responsabilidad de la presunción de Aburto ya que, muchos años después se vuelve a abrir el caso debido a actos de tortura cometidos y demostrados por el actual sentenciado.
Aquel marzo, 3 hombres con las mismas características de Aburto fueron asesinados, la noticia tardó más en salir que en ser silenciada; Beltrones ha admitido que estuvo a solas en una camioneta durante varias horas con un joven de entonces 24 años y que ahora permanece preso e incomunicado; para septiembre del mismo año, el asesinato de Ruiz Massieu encendía más el fuego de la especulación ocultando la verdad, pocos hablaban entonces de la relación de ambos hechos por la represión de la época, el “viejo oeste” de entonces se acallaba con “pata o plomo”, los que sabían la verdad, terminaron muertos o guardando un silencio sepulcral.
Hoy, Aburto con 53 años grita su inocencia a través de la periodista Laura Sánchez Ley y hasta en cine y novelas se ha contado parcialmente la verdad. Hoy, los que vimos de cerca el desarrollo de las investigaciones sabemos que aquel “caballero Águila” nunca existió, que el “asesino solitario” estaba muy acompañado y que los miles de legajos que tiene el expediente dicen más mentiras que verdades.
En la época en que todos callaban, que todos mentían, que solo unos cuantos valientes gritaban justicia y luego debían exiliarse porque era un gran riesgo enfrentarse al poder absoluto y casi monárquico de Carlos Salinas, aquel que vendió el territorio, que comenzó con la quiebra de empresas, que abrió de par en par las puertas al neoliberalismo y que se enriqueció en detrimento del pueblo. A tantos años del magnicidio, muchos seguimos afirmando que “está pelón” demostrar quién era el dueño de esa bala letal.