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Ricardo Sevilla
La expropiación petrolera, como mucha gente sabe, fue una de las decisiones más importantes que tomó el expresidente Lázaro Cárdenas. Y es que, antes de la nacionalización del petróleo, muchas de las compañías extranjeras abusaban y explotaban a México por el llamado “oro negro”. Y eso lo sabe perfectamente el presidente López Obrador. Por eso convocó a una marcha el sábado pasado. Una marcha cuyo éxito sigue causándole urticaria a la oposición.
La derecha y sus voceros, que, como usted ya sabe, tienen un instinto criminal, seguramente hubieran querido quemar vivas a muchas personas. Y no es broma. Hay que recordar que el escritorzuelo Francisco Martín Moreno, hace poco más de dos años, dijo “Yo por eso propongo que, si se pudiera regresar a la época de la inquisición, yo colgaba a cada uno, no colgaba, quemaba vivo a cada uno de los morenistas en el Zócalo capitalino”. Pero, a pesar de estas expresiones, a todas luces criminales y desatinadas, la derecha adolece de dos graves problemas: la desmemoria y la hipocresía. Y es que le reprochan al pueblo su quema
de piñatas de cartón, cuando ellos, sin metáforas de por medio, han propuesto que se quemen vivos a las personas que no coinciden con su manera de ver el mundo. No cabe duda de que quienes están enfermos de odio son ellos y sus voceros.
Sin embargo, como están tan habituados al disimulo y a la falsedad, no se dan cuenta de que padecen clasismo, racismo, discriminación y toda clase de prejuicios que los alejan del pueblo. Y fíjese usted qué es lo peor de todo: que algunos neoliberales, injuriantes y vociferantes, llevan días condenando “las muestras de intolerancia” contra la ministra presidenta de la SCJN. Norma Piña.
Paradójicamente, estos mismos personajes, que se dicen tan irritados, nunca condenaron las muestras de intolerancia vs la ministra Yasmín Esquivel. Estos impostores que han llenado a nuestro país de sangre, ahora le reprochan al pueblo su quema de piñatas de cartón, cuando ellos, sin metáforas de por medio, han propuesto que se quemen vivos a simpatizantes de los partidos que no coinciden con su manera de ver el mundo. La farsa como moneda de uso corriente.