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Abraham Mendieta
A lo largo de las últimas semanas, ciertos sectores del partido republicano en los Estados Unidos, los más extremistas y los vinculados a las peores causas golpistas de Latinoamérica, han emprendido una campaña de golpeteo y desprestigio contra México, bajo el pretexto de que el tráfico de fentanilo que llega desde nuestro país, es el causante de las 12 muertes por hora que genera la sobredosis de drogas en el vecino del norte.
Pero mal hacen los EEUU en buscar culpables fuera de sus fronteras, cuando fue su propia industria farmacéutica quién, desde los 90s, inundó el mercado con potentes opiáceos autorizados por la propia FDA. Esta problemática además estuvo agravada por la redes de corrupción de estas mismas farmacéuticas, que pagaron sobornos a miles de médicos para que recetasen estos fuertes medicamentos a pacientes con padecimientos menores.
La famosa OxyContin, fue el detonante de una adicción que enredó a millones de estadounidenses en una espiral que genera tres veces más muertos por sobredosis en los EEUU, que muertos por violencia vinculada al narcotráfico en México. Por más que la extrema derecha estadounidense intente culpar a México de la más grave crisis sociosanitaria que han sufrido en su historia, es evidente que México, más que un culpable, paga la penitencia de compartir tan amplia frontera con el mayor consumidor de drogas del mundo.
Y no es el primer país que sufre las consecuencias de esto: primero destrozaron Colombia, con el títere Álvaro Uribe al frente del país caribeño, y aplicaron el mismo guión a México, con la famosa iniciativa Mérida, que bajo el gobierno de Calderon, dotó de armamento más letal, tanto a las fuerzas del orden como a los grupos del narcotráfico. Si, como los estadounidenses afirman, los carteles mexicanos son grupos terroristas, entonces los consumidores estadounidenses son financiadores del terrorismo, o peor aún proveedores del terrorismo, pues de ahí proceden todas las armas que tantas muertes generan en México y en América Latina.