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Ana María Vázquez
Durante años mi familia fue espiada por diferentes gobiernos, la tendencia republicana y el apodo de “rojos” había cruzado el Atlántico junto con ellos y desde Cárdenas hasta Peña, se nos tuvo, junto con otros en un archivo especial en el que llegó a detallarse con horas precisas reuniones, paseos, juntas de trabajo, visitas a supermercado, viajes, etc. Me enteré de ello en 2013 y la reacción fue de entre risa y miedo. ¿Qué podía importarle al gobierno (a varios) la vida de una familia normal que trabajaba y pagaba sus impuestos como cualquiera de los no privilegiados de entonces?
Pero sucedía, y no solamente a nosotros o sino a muchos de los que el gobierno de entonces consideraba “focos de infección” El espionaje implica obtener datos o información confidencial; la inteligencia es convertir los datos en conocimiento útil; así como es totalmente inútil averiguar todas las actividades de un ciudadano común, es fundamental recabar datos que permitan crear el llamado Ciclo de Inteligencia.
El Ciclo de Inteligencia es usado a todos niveles; comunicaciones de empresas y gobierno que les permite crear escenarios futuros y tener influencia sobre los mismos. La finalidad es la de tener las herramientas
necesarias para tomar una decisión racional, es decir, que tanto empresas como gobiernos, requieren de información que los ayude a tomar decisiones estratégicas basadas en informes específicos. Así, los algoritmos de las aplicaciones que utilizamos día con día obtienen información con la cual se pueden hacer proyecciones de todo tipo, aceptamos proporcionarlos; desde la ubicación exacta, las marcas que preferimos, con quien chateamos o hablamos por teléfono, los horarios de trabajo, recreación y/o transporte, etc.
Es decir, que mucho de lo que hoy decimos que es espionaje, son datos que nosotros mismos hemos dado a las aplicaciones y asumimos que es información comercial cuando realmente está dentro del Ciclo de Inteligencia. Hay diferencias, y muchas, pero los trasnochados siempre tratarán de confundir ambos conceptos, aunque en verdad distan mucho de ser sinónimos. Y francamente, se necesita mucha inteligencia para arrear a este reumático elefante.
