24 lecturas
Abraham Mendieta
Desde hace más de una semana, cuando el mundo entero conoció el veredicto que confirma a Genaro García Luna como el narcotraficante que todos sabíamos que era, la Diputada Margarita Zavala se ha permitido un lujo que a cualquier otro trabajador le hubiera costado su puesto de trabajo: no presentarse a su oficina para realizar la tarea por la que fue electa y se le paga generosamente.
A pesar de que, en entrevistas ocurridas durante las pasadas semanas, la Diputada Margarita Zavala dijo no opinar sobre el Juicio contra García Luna hasta que no hubiera un veredicto, el silencio ha sido nuevamente su sello de identidad, como ya lo fue en anteriores escándalos como primera dama de México, en la Masacre de Villas de Salvárcar o en el terrible incendio de la Guardería ABC, responsabilidad directa de su familia.
Sorprende este silencio, porque hace tan solo 10 días, la diputada Zavala, rodeada de algunos imprudentes compañeros de su bancada, gritaba a los cuatro vientos que el gobierno de su esposo, Felipe Calderón, había combatido como ningún otro a la delincuencia organizada, algo que metió a todos esos legisladores en un aprieto el día del veredicto, pues tuvieron que abandonar por vergüenza el pleno de la Cámara de Diputados.
Más allá de que no hay forma de que Felipe Calderón y Margarita Zavala salgan bien librados jurídica, política y mediáticamente de este embrollo, parece evidente que la señora deberá volver algún día a su puesto
de trabajo, pues los más perjudicados de esto son los vecinos de Polanco y Lomas de Chapultepec, que votaron por ella para que los representara, aunque ni siquiera viva en ese distrito.
Si su ausencia se alarga, ni siquiera su sobrina, la también diputada Mariana Gómez del Campo, podrá ayudarla a intentar tapar el sol con un dedo.