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Antonio Attolini Murra
Como militante de Morena, no puedo evitar sentir una gran satisfacción al ver a los miembros de la dirigencia de Acción Nacional evitar hacerle frente, o de plano desviar pobremente el argumento, después de la condena de Genaro García Luna en Estados Unidos.
El titular de la Agencia Federal de Investigación con Vicente Fox y el Secretario de Seguridad Pública de Felipe Calderón es un narcotraficante condenado. ¡Qué risa me da ver cómo los panistas ahora quieren
distanciarse del ex secretario de Seguridad Pública! Pero, ¿no era la seguridad y su política de combate a la delincuencia organizada (la que García Luna dirigió e implementó por órdenes de sus jefes panistas) uno de sus “mayores orgullos”? ¿No era el mismo García Luna quien se pavoneaba por las aulas de universidades y seminarios especializados dando cátedra sobre cómo en los gobiernos de Acción Nacional se había enfrentado al crimen “como nunca antes”?
Pero ahora, que ha sido condenado por conspiración para traficar cocaína y mentir a las autoridades, los panistas pretenden hacerse los desentendidos. Dice Marko Cortés que “nunca fue panista, nunca fue
militante”. Se nota que son idiotas porque solo así podrían pensar que nosotros también lo somos. Su deslinde es ridículo.
La diatriba que acusa a este gobierno a convivir con el narcotráfico resuena de lo más estupido a la luz de lo que se acaba de declarar en una corte federal en Estados Unidos: los narcotraficantes formaban parte
del gabinete de seguridad con el PAN! Por eso, como militante de Morena, tengo el orgullo de defender una visión de mundo que tiene como imperativo ético el gobernar sin mentir, sin robar, sin traicionar al Pueblo y poniendo por delante a los y las más pobres del país. Los dirigentes panistas no. La transición democrática en México en realidad es la entrega de las instituciones al narcotráfico.
