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Abraham Mendieta
Parece una obviedad, pero no hay plazo que no se cumpla, y tras varios años de tensa espera para que iniciara el juicio, llegó el veredicto que algunos hubieran deseado que no se diera jamás: Genaro García Luna,
exsecretario de Seguridad Pública del Gobierno de Felipe Calderón, y amigo de muchos, fue declarado culpable de traficar cocaína a EEUU, y de recibir sobornos de la delincuencia organizada.
No éramos ni locos, ni guionistas de Netflix. Todo aquello que denunciábamos es ya materia probada: el Gobierno de Calderón tenía acuerdos con la delincuencia organizada, y le recibía los sobornos a un grupo, a cambio de impulsar desde el poder público, el crecimiento y la operación de ese cártel.
Para ello, usaron todos los recursos del Estado: aeropuertos para los envíos de drogas, operativos y decomisos selectivos para liberar plazas, y toneladas de dinero para silenciar y comprar voluntades.
A inicios de 2020, el expresidente Calderón, manifestó en una entrevista que, si García Luna era condenado, debería asumir la responsabilidad que implicaba haberlo colocado y mantenido por 6 años en una posición tan delicada, a pesar de los señalamientos en su contra. Desgraciadamente, volvió a incumplir su palabra, y en el tramposo comunicado que publicó tras el veredicto, solo se desvinculó, exponiendo que la estrategia de seguridad no correspondía a un solo hombre.
Felipe no es ingenuo: sabe perfectamente que su suerte política, mediática, y hasta jurídica está echada. Lo saben hasta los legisladores del PAN, que hace apenas una semana arropaban a Margarita Zavala, y que el día del veredicto abandonaron el pleno para no cargar con la culpa de apagar la luz y cerrar la puerta del partido más oscuro de la historia de México.