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Abraham Mendieta
Hace unas semanas, los de siempre hicieron lo que se esperaba de ellos, presentando la enésima plataforma opositora, con la misma variable que los ha caracterizado desde inicios del sexenio: la falta absoluta de emoción y futuro para presentar una supuesta alternativa viable al gobierno de López Obrador.
Pero más grave aún: el elemento que ha marcado la estrategia opositora a lo largo de estos últimos cuatro años, ha sido la incapacidad plena y manifiesta de encontrar un solo liderazgo que emocione, alegre o
genere impresión de futuro a cualquier ciudadano mexicano.
El manifiesto de siempre, con los tópicos de siempre, con las mismas mentiras y noticias falsas de siempre, con los adversarios que López Obrador ha tenido siempre, respaldado por los partidos del viejo régimen.
En resumen, los de siempre, con los rostros de siempre y las mañas de siempre. Pero la falta de originalidad y creatividad política no es el problema principal de la oposición al Presidente de la República y a la
Cuarta Transformación, porque esa podría solucionarse con buenas plumas y asesores que entiendan el momento político mexicano.
El problema real es que quienes hoy proponen las viejas soluciones que nunca dieron resultado, fueron los mismos que gobernaron este país durante casi un siglo escondidos en el tricolor y durante otro periodo bajo la bandera blanquiazul, y que nunca hicieron autocrítica por las malas decisiones que tanto sufrimiento generaron en el país.
¿Cómo creen que pueden convencer a aquellos que en su momento ya votaron por ellos y sufrieron la decepción del mal gobierno, con las mismas caras, los mismos nombres, las mismas propuestas y hasta los mismos partidos políticos?
Por supuesto que yo discrepo en casi todo con ellos, pero si algún consejo pudiera darles de buena fe, es que dejen de ser, aparentar, comunicar y presumir lo de siempre entre los de siempre.