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Antonio Attolini Murra
En una álgida sesión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en octubre de 1963, Adlai Stevenson III, el embajador de los Estados Unidos, reclamó a su contraparte soviética una respuesta por el descubrimiento de un arsenal nuclear en la isla caribeña de Cuba. “Esperaré lo que sea necesario, esperaré hasta que el infierno mismo se congele” palabras más o palabras menos, eso fue lo que dijo.
Hasta que el infierno se congele. Bueno, algo así parecía que nos decían hasta hace poco los militantes del PAN de Coahuila. Los demócratas que decían lucharían contra la corrupción, la impunidad y el abuso del PRI “hasta que el infierno se congelara”, hoy están entregados.
No les importa ser aliados de los Moreira (famosos por sus vínculos con el narco y la deuda espuria), de los Montemayor (infame artífice del PEMEXgate en la época de Labastida) y sobretodo, del títere del sistema
cuyo entorno se enriqueció al amparo del poder corrupto de Javier Villarreal, hoy testigo en el caso de García Luna y con el que hoy sonríen y se abrazan cómodamente: me refiero a Manolo Jiménez.
Están fascinados con el “Peña Nieto de Coahuila”, con Manolito, y se pavonean con el descaro de todavía llamarse opositores. Claro, no cuestionan el enriquecimiento ilícito de la mafia inmobiliaria de la capital (Saltillo), o la triangulación de recursos para financiar las campaña de García Luna a expensas de nuestros impuestos. No, eso no. Son opositores a la pensión de adultos mayores, a las becas para jóvenes y a los apoyos de madres solteras o personas con discapacidad.
A eso sí se oponen y con vehemencia. Son unos descarados. Miserables. Puercos. La única propuesta de cambio verdadero que confronta con nombre y apellido a los mediocres y corruptos gobernantes que hemos
tenido en Coahuila somos los obradoristas de Morena.