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Antonio Attolini Murra
El estado actual de las cosas no favorece al movimiento de transformación en Coahuila ni en el Estado de México. ¿Por qué habría de hacerlo? Durante 96 años un mismo grupo político se ha transferido el poder, a veces de manera tersa y fluida y en otras (las más) de manera violenta, para proteger y promover intereses y no proyectos o causas. El interés superior del dinero y el lucro por encima de la causa de justicia y desarrollo social. ¿Qué otra razón explica que en el Estado de México no haya una sola línea del metro? ¿O qué explica que en Coahuila no haya una universidad o centro de estudios superior que sea realmente
gratuita? ¡Ni la Autónoma de Coahuila es enteramente gratuita?
Han robado y robado tanto que ya nos robaron el miedo… el miedo a los cuerpos de seguridad que hostigan y amedrentan a la oposición; a los médico y médicas mafiosos de los hospitales que lucran con la necesidad de la gente y venden por aparte medicinas y prótesis; a las infames “lideresas” que controlan los apoyos sociales y los condicionan a la realización de actividades partidistas extenuantes y humillantes.
Todo eso nos quitaron. Y lo digo en la primera persona del plural porque no escondo ni me avergüenzo de mi militancia, ¡al contrario! Es motivo de orgullo estar de este lado de la historia y todos los que creen que la historia no se detiene y la hacen los pueblos, es momento de dejar la máscara de la neutralidad y la falsa objetividad y definirnos: o estamos con la transformación, o estamos con la conservación de privilegios,
intereses y prebendas. No hay más.
En Coahuila, el ingeniero Armando Guadiana es el candidato obradorista que defiende esta visión de país en clave coahuilense, así como la muestra Delfina Gómez lo hace para el Estado de México.
No podemos mantenernos indiferentes, debemos definirnos y recordar las palabras de San Agustín retomadas por Fidel Castro: “en una fortaleza bajo asedio, cualquier disidencia es traición.” Es hora.