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Antonio Attolini Murra
Esta es la última vez que le dedico tiempo y espacio a Ricardo Mejía Berdeja. Después de haber militado durante años en Movimiento Ciudadano y coordinar la campaña de Ricardo Anaya en Guerrero, donde vivió y formó a su familia, Ricardo pudo colarse a lo más alto de la función pública en el actual gobierno. Nada más y nada menos que como miembro prominente del gabinete de seguridad como subsecretario en la Secretaría de dicho encargo.
Decidió regresar a Coahuila después de 20 años de no hacer política en el estado que lo vio nacer con un discurso provocador y prepotente: soy el enviado del Presidente López Obrador, su hombre de confianza, quien lo ha acompañado siempre y quien mejor representa sus ideales.
Por esa razón —seguía en su discurso— yo soy el mejor candidato para terminar con la corrupción. Participó, entonces, en la encuesta para seleccionar Coordinador de Organización y quedó en un lejano tercer lugar, después de Luis Fernando Salazar —hoy Coordinador General de precampaña— y Armando Guadiana —precandidato a la gubernatura de Morena a la gubernatura de Coahuila—. Se volvió loco y anunció que iría por otro partido.
No cabe duda que el poder a los inteligentes los vuelve tontos y a los tontos los vuelve locos. Esa es la triste historia de un funcionario público que se creyó lo que los comentarios de Facebook decían de él y que se dejó vencer por su ambición vulgar. Nada de lo que dijo sobre sus convicciones o la representación obradorista que ostentaba fueron ciertas.. Al basurero de la historia, lo siento.