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Abraham Mendieta
A pesar de que Morena cuenta con el apoyo mayoritario del electorado mexicano, existen aún algunos estados y ciudades en los que la oposición se atrinchera para evitar que lleguen las transformaciones políticas.
El caso más evidente, son las alcaldías opositoras de la CDMX que el PRIAN gobierna desde finales de 2021, y que en tan solo un año, han demostrado su alta capacidad para el escándalo político, encabezado por los teatros de Sandra Cuevas, los familiares de Mauricio Tabe, o las corruptelas inmobiliarias en Benito Juárez y Álvaro Obregón.
Pero no solo en gobiernos municipales dilapidan lo poco que podrían haber construido durante el gobierno de AMLO, también en los gobiernos estatales, los panistas se defenestran con una velocidad de vértigo.
Quizá, el ejemplo más destacado de cómo ganar una elección y destruir inmediatamente tu capital político, es el del estado de Chihuahua, con la panista Maru Campos a la cabeza.
A sus viajes permanentes por Europa, se añade la fea costumbre de desaparecer por completo cuando existe un problema, como si su teléfono perdiera la señal en los momentos más delicados, como en el motín del Cereso 3 que comprometió la seguridad de Ciudad Juárez, y que el Ejército y la Guardia Nacional tuvieron que resolver, a pesar de ser una cárcel estatal, cuya custodia está a cargo del gobierno del estado de Chihuahua.
Casi 12 horas tardó la gobernadora en aparecer públicamente, y tras medio día, solo acertó a pedir que no se politice un suceso sobre el que tiene una evidente responsabilidad política.
Entre Adan Augusto, Rosa Icela, y Luis Cresencio Sandoval, con apoyo de la Sedena y de esa Guardia Nacional que Maru Campos no quería, tuvieron que resolver la situación.
La hipocresía y el mal gobierno de los panistas siempre acaba dándole la razón a López Obrador.
