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Antonio Attolini Murra
No se vale ser un completo miserable durante todo el año y hacer de la violencia y la descalificación una forma de vida y ahora, en vísperas del fin de año, apelar a la compasión y la humildad.
Esa es la hipocresía tóxica que vemos en redes sociales por parte de los conservadores que hablan de unión, paz, amor, respeto, humildad y perdón mientras que con sus acciones durante el resto del año no hicieron otra cosa más que mentir, robar y traicionar al Pueblo. Así están las dirigencias de los partidos de oposición (el PRI y el PAN), como también la consultora de cabilderos llamada Movimiento Ciudadano y uno que
otro loco/a como Carlos Alazraki y su tropa de lunáticos.
Mucho se nos acusa a los obradoristas de polarizar, de incitar a la violencia y de promover la desintegración familiar y social por hablar de cosas como la pobreza, el racismo, la violencia machista, el abuso de poder y la corrupción. Los bienpensantes y almasblancas toman esta crítica como personal y se sienten íntimamente incomodados porque se ven expuestos y al desnudo que más que defender los valores, defienden privilegios inmerecidos e
injustificables.
Más destruye al país un grupo de potentados que se sienten amos y señores de México que hablar y luchar por corregir esas circunstancias.
Y no sólo eso, más tóxico y contaminante resulta el debate público de un país cuando un sector de la población aspira a que todos tengamos una Gran Cherokee 2023 (grande, con asientos de piel, ocho cilindro y quemacoco) en vez de que todos y todas podamos utilizar el transporte público de manera eficiente, seguro y (casi) gratuito.
Dejamos atrás la idea de que se puede comprar la felicidad y entramos a una etapa en donde muchos y muchas en este país encontraron la felicidad procurando la felicidad del otro.