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Arreando al Elefante | ¿Por qué nos odian?

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Ana María Vázquez

Leia un artículo de Guillermo Sheridan en El Universal, fechado en abril de este año, en el que critica la postura del Presidente Andrés Manuel  López Obrador con respecto a sus declaraciones reiteradas sobre el pueblo y la grandeza mexicana; mientras el Presidente ensalza nuestra cultura, el ensayista, quien ha estado en boca de todos últimamente ya que fue el que dio a conocer su investigación sobre la ministra Esquivel, habla de que el Ejecutivo nos introduce “delirios de grandeza” para justificar los delitos con “amor al prójimo” o por “herencia de nuestra civilización” y remata: “Yo no creo en la grandeza. El mexicano es ignorante, violento, tonto, fanático, corrupto, abusivo, caprichoso” (…)

Para concluir diciendo ambiguamente “y que conste que solo me referí a la clase alta”. Es triste notar el nivel de amargura de este escritor que ha ocupado gran parte de su tiempo a la obra de Octavio Paz, quien fue, por supuesto el primero que en 1950, puso el dedo en la llaga sobre la idiosincrasia del mexicano. Para Sheridan entonces nunca existió la debacle social y moral del neoliberalismo, ni la transculturación que nos hizo olvidarnos de lo que somos, para volvernos aspiracionitas del sueño americano, en donde se odia al moreno, al indio, al pata rajada, como decía Paz.

Si el catedrático de la UNAM solo se refiere a los de clase alta, ¿en dónde quedamos los que trabajamos día tras día, que no poseemos ni siquiera un auto, ni un puesto como catedrático, ni…nada más que nuestro salario, nuestros sueños y la gloria de una cultura que tercamente nos empeñamos en defender, en
transmitir, en amar y reconocer? Por deducción en menos que cualquiera de los adjetivos que enlista.

Sin embargo, y sintomáticamente no habla del odio, ni del clasismo, ni del racismo, ni de la venta de nuestra riqueza (y me refiero solo a los 3 sexenios anteriores). Calla, y no dice una palabra del profundo desprecio que le tienen al pueblo, al que no miran ni por casualidad porque para ellos, (ustedes), es
menos que invisible. Tanto el odio como la ira pueden provocar una locura transitoria y es eso justamente lo que vemos en sus hechos y sus palabras; reactivos y a la defensiva contra un proyecto de nación que, por supuesto, NO es perfecto, pero que ha hecho más obras que ningún otro en años y que no enlistaré aquí porque de sobra las conocen.

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