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Ricardo Sevilla
Los críticos de la derecha son tozudos e ignorantes. Y lo saben, pero no les importa. Diría el clásico: así son ellos. Y se entiende cuando vemos que sus referentes más altos son Enrique Krauze, un ingeniero cuyas empresas prosperaron durante los sexenios del PAN y Héctor Aguilar Camín, cuyos negocios culturales (una revista chafa y una editorial mediocre) prosperaron durante los últimos sexenios priístas.
De ahí que esa caterva de burdos se ría del humanismo que defiende el Presidente López Obrador. Para la derecha ignorante y derrotada, en lo intelectual y en lo político, no significa nada “el humanismo mexicano”.
A la teoría humanista, que concibe de forma integrada los valores humanos, le interesa que las personas se eleven intelectual y espiritualmente.
Infelizmente, analfabetas funcionales como Lilly Téllez o el cuñado de Felipe Calderón, Juan Ignacio Zavala, no conocen a un personaje como Auguste Comte, el padre de la sociología, quien fundó el positivismo o también llamado “religión de humanidad”.
Los zafios “analistas” de la derecha acusan a López Obrador de tener una visión mesiánica y tropicalizada de la política. Pero estos desorientados desconocen que, al revés de lo que piensan, el humanismo es una filosofía de vida y, al mismo tiempo, una visión del mundo que envuelve la
razón humana, el naturalismo metafísico, la moralidad altruista y la justicia distributiva y, contra las ocurrencias de bobalicones como Krauze o Aguilar Camín, esta teoría refuta las afirmaciones sobrenaturales, la seudociencia y la superstición.
Para estos mentecatos acostumbrados a ningunear a la gente, jamás les parecerá posible que los grandes problemas que se nos presentan hoy se puedan resolver teniendo una visión humanista.
Infelizmente para ellos, AMLO pertenece a ese grupo de pensadores como José Vasconcelos y Samuel Ramos, quienes también quisieron crear una sociedad más consciente y humana. No por nada, Alfonso Reyes decía que el humanismo era “poner al servicio del hombre todo nuestro saber y todas nuestras actividades”, que debemos ejercer en un “suelo de la libertad”. Pero el humanismo no es apto para tontos ni neoliberales.