26 lecturas
Salvador Guerrero Chiprés
Con la inmensa curiosidad, expectativa y participación popular en la marcha encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, un enorme segmento de la población se recuperó del depresivo resultado de la selección nacional.
Sin un jefe argentino, sin un priista que controla el futbol nacional y sin la negativa de incorporar al juego a verdaderos talentos ofensivos con compromiso con la camiseta y con los resultados ante la portería ajena, al equipo nacional le habría podido ir mejor. No fue así.
En contraste, con un jefe de juego y de coordinación en el campo —con voluntad de ser en su comportamiento cotidiano el interlocutor histórico de la mayoría de la población— con interés en mantenerse en comunicación efectiva y real habilidad para establecer cotidianamente electricidad cívica con sus seguidores, López Obrador encabezó este domingo la mayor demostración popular y ciudadana de los últimos 60 años, al menos, y con ello exhibió la oportunidad de consolidación del cambio de régimen.
Literalmente acompañado y apoyándose mientras caminaba por Reforma en la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, el presidente dio una demostración de vigor personal y de capacidad extraordinaria de convocatoria.
En este momento, el presupuesto, el poder nacional y la calle pertenecen al pueblo de México y a toda la ciudadanía diversa que inundó, con números que superan por 15 veces los asistentes a la marcha del 13 de noviembre, el espacio callejero y el ámbito de la política, con lo cual se encamina el líder del movimiento y del gobierno a un triunfo contundente en 2023 y se prepara la previsible victoria más allá del 2024.
La selección nacional careció de la capacidad estructural de ganar. Del otro lado, el movimiento representado por Morena, históricamente primero en esta marcha-peregrinación de más de ocho horas, les dice a los opositores: ser líderes de mesas es fácil; serlo de masas, tendrían que volver a nacer, y de todas formas fallarían los penales.