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Jorge Gómez Naredo
Habrá gente y gritos. Habrá voces y millones de pasos. Habrá “es un honor, estar con Obrador” y “pre-si-dente, pre-sidente, pre-si-dente”. El Zócalo se llenará de miradas; la capital se convertirá en noticia.
El domingo 27 de noviembre, la gente que durante años, y años, y años marchó por la democracia y para que se respetara su voto, marchará para decir que sigue ahí, que no se ha ido, que vigila, que está al tanto y que continúa respaldando a quien ha apoyado los últimos 18 años: a Andrés Manuel López Obrador.
Esta marcha de apoyo al presidente muchos la esperábamos antes, incluso al principio del sexenio. Dibujábamos una oposición que pesaba, que mordía, que tenía dientes y que podría poner en jaque a un gobierno progresista. “La movilización deberá ser inmediata”, creíamos.
Y la oposición hizo lo que muchos pensamos que haría: fue golpista, indecente e impresentable. Pero no fue efectiva. Mordía, rasguñaba, echaba violencia en cada palabra, pero la gente no hacía caso al veneno. El daño, que sí lo hacía, era marginal. Así pues, las manifestaciones de apoyo a un gobierno popular se fueron posponiendo. No hacían falta. Y después vino la pandemia …
Ahora bien, ¿la marcha del 27 es porque se disputa el gobierno y hay riesgo con una oposición golpista y efectiva? La verdad, no. La marcha de este domingo es, más que de defensa, de convicción. De decir: miren, acá seguimos, somos muchos y no vamos a dejar que nos roben la esperanza.
Es una marcha que recuerda lo que somos: un país harto del saqueo, que por ningún motivo quiere regresar al pasado. El Zócalo se llenará de pueblo. Y la
oposición, que se presume invencible, pero que sabe que es sin fuerzas, colapsará de enojo. Será lindo verlos llenos de coraje.