21 lecturas
Salvador Guerrero Chiprés
La izquierda más incluyente asume la probabilidad creativa de la crítica y la inmensa oportunidad de construir comunidad. En tiempos definitorios, las dudas sobran.
Retrospectivamente digo eso para identificarme de manera racional con todos aquellos que en los años 70, escuchamos a Pablo Milanés, más contrastante respecto del poder que Silvio Rodríguez. Más cubano, latinoamericano y menos castrista. Con todo y la foto famosa con Fidel.
La izquierda que pone en el centro de atención a grupos históricamente marginados toma forma en diferentes partes de América, desde México hasta Argentina y el reciente triunfo electoral de Lula da Silva en Brasil. Milanés estuvo en las infancias, adolescencias y adultez de muchos ahora en el poder.
En contraste, la ultraderecha, que este fin de semana reunió en su Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) a personajes conservadores como el estadounidense exasesor de Trump, Steve Bannon, o el activista Eduardo Verástegui, revela la sobrevivencia de los vestigios del fascismo y nazismo derrotados en 1945.
La fractura con lo que ellos llamaron hace cinco días “la derechita cobarde” pone un doble reto para el PAN. Por un lado, desligarse de esos ultras de derecha, con apellidos que proceden de los derrotados en la Alemania nazi, por ejemplo. Por otro, deslindarse del calificativo impuesto por los parientes incómodos.
En México, encuestas dixit, el cambio de régimen mantiene ventaja, a defenderse el 27 junto al presidente López Obrador, y que en la CDMX representa la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, para quien es memorable de Milanés la expectativa de la incertidumbre: de todas maneras “nadie sabe al día siguiente lo que hará (…)” aun cuando todos saben la inclinación predominante hoy en América Latina.