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Salvador Guerrero Chiprés
La democracia es un resultado de interacciones.
Quienes marcharon ayer demostraron la ausencia de veracidad del discurso que arguye creciente autoritarismo o presume una ciudadanía en la infancia o asediada por conspiraciones dictatoriales.
Unos y otros ciudadanos tomamos posiciones. Unos en desacuerdo y otros a favor de la reforma.
Fue una manifestación con miles de personas. Cierto. Estimo que una vigésima parte del millón que al menos estuvieron durante las celebraciones del día de muertos, una sexta parte de quienes marchamos por la diversidad sexual este año y una octava parte de quienes, en 2004, nos manifestamos por seguridad.
Relevante sin duda y de ese tamaño,
a debate. Sucedió sin agresiones ni provocaciones. No hay duda de que los opositores al presidente Andrés Manuel López Obrador y al partido en el gobierno tendrán la posibilidad de replantear su narrativa y de ser autocríticos. Lo que decidan no modificará sustancialmente que la enorme mayoría de la población decida en urnas en comicios próximos.
La primera prueba, después de la votación a la reforma, será la elección en el Estado de México. Y hay autoridad electoral que avalará proceso, con reforma aprobada o sin ella.
Llama la atención que en la gran mayoría de las expresiones vertidas ayer en el trayecto entre El Ángel y el Monumento a la Revolución estuvo ausente uno de los temas centrales: el gasto.
En el extremo contrario, de lo democrático hay eventos que reproducen conductas que incitan al odio y la violencia y no pueden ser permitidos. El fascismo y el nazismo expresado en una fiesta clandestina hay que condenarlo, pues representa el más intolerable racismo y clasismo, como lo dijo la Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum.