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Jorge Gómez Naredo
Durante años, la derecha buscó por todos los medios posibles impedir que Andrés Manuel López Obrador llegara a la presidencia. En 2006, por ejemplo, hizo una intensa campaña de guerra sucia para presentar a AMLO como un demente, como quien dejaría al país en una crisis y en el más terrible de los casos, como quien lo destruiría todo. Incluso, hasta echaron a andar el eslogan de “AMLO, un peligro para México”.
Sí, años y años de guerra sucia. Que si era violento. Que si no respetaba los resultados electorales cuando perdía. Que si era intolerante. Que si era mal
administrador. Que si era populista. Que si era corrupto. Que si era un dictador.
Años y años y años de esa guerra sucia que, sin duda, tuvo efectos nocivos durante lustros, pero que en 2018 no funcionó como sus creadores querían.
Por eso triunfó López Obrador tan abrumadoramente. Pese a ello, la derecha sigue empecinada en atacar a Andrés Manuel López Obrador y en emprender campañas de mentiras y de absurdos. En lugar de disputar el discurso que emite el presidente desde sus mañaneras, de contrastar propuestas y de elaborar un proyecto de nación, los conservadores han optado por el desprestigio y la falacia.
Durante casi 4 años, los opositores (PRI, PAN, PRD, MC y varias organizaciones de la sociedad civil), no han presentado ninguna propuesta, ningún proyecto, ninguna apuesta para mejorar el país: todo ha sido ataque y ataque y ataque. Y parece ser que no entienden los opositores que por más guerras sucias que emprendan, la gente no los va a respetar ni los va a querer, ni mucho menos los va a votar. Allá ellos.