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Abraham Mendieta
La aprobación en el Senado de la iniciativa constitucional que prorroga el plazo de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad mientras se fortalece la capacitación de la Guardia Nacional, deja ver de manera nítida lo que ya se venía sospechando desde el inicio del sexenio: las dirigencias opositoras han fracasado.
Y este fracaso no se sustenta solamente en lo evidente: la pérdida de elecciones y la incapacidad de construir un programa alternativo de nación, sino en algo mucho más profundo; fueron incapaces
de acordar una estrategia de acción, y coordinarse con sus propios gobernadores, el poder territorial real, que necesitaban de esta reforma para poder mantener la paz en sus estados.
La estrategia de oposición total a López Obrador, encabezada por el PAN, y acompañada hasta hace poco por el PRI y el PRD, residía en negar cualquier propuesta del ejecutivo federal, y llevó a las dirigencias de los partidos a ser incapaces de construir no solo con sus cargos electos, sino con sus pares dirigentes en la alianza opositora.
Y de tal tamaño fue la ruptura, que en el PAN quedaron solos oponiéndose a una propuesta con la que estaban de acuerdo, simplemente porque no podían aprobarla al no haberla propuesto ellos.
Queda claro que de esta jornada emanan dos grandes ganadores: por un lado, los gobernadores de los distintos partidos, que tendrán mayores herramientas de la mano de la Sedena, para combatir la inseguridad y la violencia, y por el otro lado, el ejecutivo federal, que, encabezado por López Obrador, y con la negociación de Adán Augusto López, logró construir un amplísimo consenso con dos de los tres partidos que componen la alianza opositora.
Los grandes perdedores: el patrón de la alianza opositora, Claudio X. González, y el menos hábil de los dirigentes partidistas, Marko Cortés.