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Ricardo Sevilla
Denise Dresser detesta al presidente AMLO. Desde hace años, lo vilipendia obscena y recalcitrantemente. En varias ocasiones ha dicho, sin ofrecer pruebas de sus dichos, que a AMLO “no le interesa la verdad o la evidencia o la razón o la ciencia o la historia”. Mediante dardos pestíferos
que lanza, incansablemente, en contra del tabasqueño, lo ha denominado “el político de la palabrería incesante” y “el protagonista del monólogo rumiante”.
El odio de la profesora itamita hacia
el Presidente la ha llevado a decir que el pueblo que votó por el tabasqueño “no piensa ni reflexiona”. La señora Dresser, en distintos momentos, ha dicho que los menos privilegiados de este país y quienes simpatizan con el primer mandatario, sólo son sus “adeptos” y que, a lo mucho, son burdos “parlantes del amloañol”.
La “analista” que, de acuerdo con documentos de Wikileaks, en junio de 2006, unos meses antes de que Felipe Calderón “ganara” la elección presidencial, se reunió a puerta cerrada con funcionarios estadounidenses en la embajada de México para alquilarse como informante, siente un enorme desdén por la gente y por López Obrador.
El cable de Wikileaks reveló, en su momento, que Denise Eugenia Dresser Guerra tiene una fuerte relación con la misión diplomática de la embajada de Estados Unidos en la Ciudad de México. En suma: una mujer que trabaja para intereses extranjeros.
Pese a ello, Denisse ayer tuvo la ocurrencia de acudir al zócalo, donde, contra lo que ella hubiese imaginado (porque es desfachatada), recibió el repudio de ese pueblo al que tanto desprecia.
Dejándola muda de azoro, la gente, a coro, le gritó: “¡Fuera!, ¡fuera! ¡fuera!” Tan mal cayó la presencia de la opinóloga que tuvo que salir corriendo del primer cuadro.