27 lecturas
Sebastián Ramírez Mendoza
El entretenimiento como el teatro y los grandes conciertos usualmente han sido exclusivos a las clases medias y altas, quienes pueden pagar los altos costos de un boleto y todos los gastos que implica asistir a un evento en el Foro Sol o el Auditorio Nacional.
El pasado domingo, la Jefa de Gobierno organizó una verdadera fiesta popular en el Zócalo, con uno de los más grandes representantes de la música regional, sin boleto y sin distinción, completamente gratis. Desde Tijuana vino Grupo Firme a ofrecer un espectáculo en el que tocaron en vivo por más de dos horas para más de 280 mil personas,
y para más de un millón que siguieron la transmisión de los medios públicos.
Algunos asistentes señalaron que desde algunos puntos de la plancha se escuchaba más a la gente coreando “Ya Supérame” que a Eduin Caz, y que, aunque no cabía un alma más, las parejas se hicieron espacio para mostrar sus mejores pasos al ritmo de “Alaska”.
A pesar de toda la felicidad de la gente, el clasismo disfrazado de crítica no tardó en aparecer entre los propagandistas oficiales de la derecha como López Dóriga, y otros que ni siquiera se molestaron en disfrazar su mezquindad.
Aunque esto no sorprenda, es preocupante que a los conservadores les moleste tanto que, en eventos como éste, las barreras de clase desaparezcan, y que sin importar la posición, condición o cuenta bancaria, todas y todos tengan un lugar para ejercer libremente su derecho al esparcimiento.
Pareciera que la derecha preferiría mantener el monopolio del entretenimiento, del uso del espacio público y de la felicidad para poder privatizarlos también; afortunadamente nuestro Movimiento cree en el acceso universal a estos derechos, y fiestas tan democráticas como la de este domingo son la prueba, porque como nos enseñó el Presidente, podemos ser felices buscando la felicidad de los demás.