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Ricardo Sevilla
El Senado de la República ya aprobó la iniciativa para que la Guardia Nacional dependa de la Secretaría de la Defensa Nacional. Y esa
es una buena noticia porque, lejos de las sandeces y tonterías que gritan los voceros del neoliberalismo, esta medida no busca militarizar al país.
Eso es una estupidez del tamaño de una casa. El propósito de incorporar a la Guardia Nacional bajo la dependencia de la Sedena es para garantizar su continuidad desmarcada de la extinta (y corruptísima) Policía Federal.
De ninguna forma se pretende abrirle los brazos al autoritarismo, como garrapatean los belicosos mequetrefes que ahora se presentan
como especialistas en seguridad nacional. El objetivo, en todo caso, es cuidar, con la vigilancia de la Sedena, el crecimiento sano de la que debe ser la principal institución de seguridad pública del país. Y hay que insistir en eso, porque los comentócratas gritan mucho y, a veces, los gritos nos dan la impresión de esconder alguna verdad.
Pero este, desde luego, no es el caso. Ahora mal, el único de los senadores de Morena que se abstuvo de votar por la iniciativa del Presidente López Obrador fue Ricardo Monreal. Al ver esta clase de golpismo, uno ya no sabe exactamente qué es lo que quiere
el senador zacatecano. Ha dicho que hay una campaña en su contra que tiene el propósito político y mediático de hacerlo ver débil.
Pero no es así. Al contrario: es uno de los senadores con más exposición mediática. Pero ayer no fue la primera vez que Monreal traicionó a Morena ni a la Cuarta Transformación. Ya lleva tiempo dándole al proyecto transformador varias puñaladas traperas. Que no se nos olvide que fue quien les arrebató a Morena una importantísima alcaldía, la Cuauhtémoc, para entregársela a la déspota
Sandra Cuevas.
A partir de esa felonía, los morenistas capitalinos no han dejado de acusar de traición a Monreal. Y ahora también lo hace el Presidente. Y cualquiera con dos dedos de frente sabe que, en efecto, Monreal ha traicionado al proyecto cuatroteísta.