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Ricardo Sevilla
Jesús Murillo Karam ha sido vinculado a proceso por tres delitos: contra la administración de justicia, tortura y desaparición forzada. Los sicarios de la pluma, que estaban buscando crear una línea discursiva para justificar la inocencia del exprocurador peñanietista, fracasaron. Toda la semana, en los viejos y anquilosados medios de comunicación, lanzaron dardos pestíferos contra Alejandro Encinas, Alejandro Gertz y contra López Obrador. Pero los embates de voceros del neoliberalismo, que nunca logran conectar una idea coherente, han sido burdos y han fracasado.
Los ataques de la prensa derechista no prosperaron porque la información presentada por Encinas, además de ser categórica y exhaustiva, ha echado por la borda esa estulticia (mal) llamada “Verdad histórica”.
Y eso, pese a que no lo quieran reconocer, es un triunfo del gobierno de López Obrador. Que no se nos olvide que, desde el arranque de su administración, asumió el compromiso de encontrar la verdad sobre la desaparición de los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal de Ayotzinapa.
La Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del caso Ayotzinapa (CoVAJ) fue creada con el fin de esclarecer los hechos. Y la tarea, por más que los mercaderes de la información intenten desestimarlo, se ha ejecutado rigurosamente porque se han derribado las trabas, se han quebrado las inercias y se han combatido las complicidades que intentaban ocultar la verdad sobre la desaparición de los jóvenes normalistas.
El trabajo de esta administración ha sido, en todo momento, garantizar el derecho a la verdad de los padres de los 43 estudiantes, sus familias y la sociedad. Y sólo los amantes del chayote podrían negar un hecho tan irrefutable.
López Obrador ha defendido el derecho que tiene el pueblo de México a conocer la información sobre estos atroces crímenes que, ahora se sabe, fueron perpetrados por el Estado.
La defensa de Murillo Karam tendrá que ser de otro mundo para poder contrarrestar la información de 15 instituciones públicas. Se antoja una tarea demoledora para Murillo, un personaje que, por lo demás, siempre está cansado.