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Ricardo Sevilla.
Jesús Murillo Karam está detenido. Su aprehensión, sin duda, es una victoria para la FGR, cuya lentitud en otros casos ha sido proverbial.
Apenas hace un par de días, la Comisión de la Verdad del caso Ayotzinapa (CVAJ) concluyó que la desaparición de los 43 estudiantes en 2014 “constituyó un crimen de Estado” y que no hay indicio alguno de que las víctimas se encuentren con vida.
Las conclusiones preliminares, como se sabe, fueron presentadas por Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos del gobierno federal. El informe fue tajante; en el crimen “concurrieron integrantes delictivos del grupo Guerreros Unidos y agentes de diversas instituciones del Estado mexicano”.
El documento, que en diferentes medios de comunicación incendiarios ha sido criticado hasta la náusea, no es una ocurrencia ni un capricho. Son datos duros que están basados en más de 41 mil documentos que incluyen transcripciones de llamadas telefónicas,
mensajes de texto, reportes y decenas de videos de torturas de detenidos del caso.
Sin duda, las circunstancias que han rodeado al caso, donde ha habido de todo acusaciones de corrupción, de impunidad, vínculos al narcotráfico y distintas versiones de lo ocurrido han propiciado que sea uno de los mayores escándalos de derechos humanos en la historia de nuestro país.
Hay que recordar que, tras la desaparición de los estudiantes, una investigación de la entonces Procuraduría General de la República (PGR), después de muchas demoras y aspavientos, estableció una versión oficial que se conoce como la “verdad histórica”.
Hubo “periodistas”, francamente imbéciles, que, en el colmo de la estulticia, exigieron que los padres pidieran perdón a Murillo Karam.
Estos seres depravados, que recibieron su jugosísimo chayote de parte del gobierno de Peña Nieto, contribuyeron no sólo en la obstrucción de la justicia, sino en el encubrimiento de un crimen de estado. Ojalá que esos sicarios de la pluma también enfrentaran a la ley. Quizá no lo hagan, pero lo que sí harán es enfrentar el repudio del pueblo de México, quien los arrojará con todo su cinismo y corrupción al basurero de la historia.