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Jorge Gómez Naredo
Ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que se reforzará la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). Dijo el mandatario que las obras estarán a cargo del gobierno de la Ciudad de México, y que la terminal tiene “problemas estructurales y ya hay un proyecto con ese propósito”.
Durante las obras se reducirá el número de operaciones, y para ello hay la opción de enviar varios vuelos al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA).
La Terminal 2 fue construida en tiempo de Vicente Fox, y cuando la hicieron, las entonces autoridades aseguraron que duraría 50 años. En menos de 20, tiene ya serios daños.
El caso es que, la oposición, al conocer la noticia, puso el grito en el cielo: hubo desde los que dijeron que las obras no eran necesarias, pero que las emprendía AMLO para “salvar” a su “elefante blanco”, hasta quienes afirmaron que todo sería distinto si el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco no se hubiera cancelado.
Un caso grotesco fue el de Sergio Sarmiento, quien publicó en su cuenta de Twitter: “Con el pretexto de que hay que reforzar la Terminal 2, AMLO anuncia que limitará el número de vuelos del AICM. Las operaciones se llevarán al AIFA”.
Lo que demuestran estos argumentos absurdos es más una gran derrota que no han superado a una crítica bien informada. La oposición le apostó al fracaso del AIFA: a que no se concluyera, a que los amparos interpuestos lo detuvieran y quedara en obra negra.
Nada de esto sucedió, y en poco tiempo, se logró hacer un aeropuerto eficiente, cómoda y lindo.
Por eso, cuando se plantea ya como una opción a la saturación del AICM, la oposición estalla, porque sabe que eso es la victoria de AMLO.
