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Ana María Vazquéz 
Ana María Vazquéz 

Voces

Disonancias | Para causar un desastre, cualquier rumor vale

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Ana María Vázquez 

No hay peor chispa que el rumor, ni tema más propicio para encender el fuego que cuando se trata de niños.

El rumor va corriendo de casa en casa, llevado por los pobladores o en mensajes de WhatsApp “se están robando niños, cuidado”; el rumor corre como chispa encendida, muchos son los que desaparecen en el país y en el mundo y terminan víctimas de trata o como “mulas” del narco, eso si bien les va.

Mientras tanto, el rumor crece, “vieron a uno por ahí en una camioneta”, el mensaje comienza a permear a un pequeño poblado que nerviosamente espía desde sus ventanas; las madres encierran a sus hijos y el temor crece: -¿quién será ese desconocido que llega a un pueblo olvidado?, seguro nada bueno lo
trae por acá, -piensan los pobladores.

Tal como una bola de nieve, la bola de fuego y violencia crece cada vez más, ahora no es sólo un desconocido, hay gente que asegura que en la camioneta había restos de sangre, otros, que había un condón. Así, el rumor va creciendo en intensidad, mentira y miedo ante aquel desconocido que ahora, están seguros, es un peligroso violador y asesino.

Daniel Picazo, joven abogado de 31 años, había sido juzgado y sentenciado por entrar al pueblo vecino donde vivían sus padres, sólo por “turistear”.

Los mensajes de voz que habían llegado a los teléfonos de los pobladores lo indicaban además, como traficante de órganos. Rápidamente le cerraron
el paso, llegaron sonando los machetes, alguien subió al campanario de la iglesia e hizo sonar con furia la única señal que los pobladores tenían para advertirse de algo serio, mientras la campana sonaba una y otra vez, la camioneta del joven era incendiada y éste era conducido a golpes y patadas a la plaza del pueblo.

La gente ya se arremolinaba ahí, él no tuvo tiempo de defenderse, no pudo salir ni una palabra de su boca ante el estupor de ver la masa humana arrojarse hacia él, estaba solo e irónicamente, la carrera que había estudiado con tanto esmero para defender a los más humildes no le servía de nada, al poco dejó de sentir los golpes, su cuerpo había entrado en un limbo extraño donde sólo observaba, ya sin reaccionar al pueblo enardecido; lo arrastraron hacia las canchas y ahí le prendieron fuego.

Recordé Tláhuac, era 2004, tres hombres fueron linchados, sólo uno sobrevivió. Un rumor causó la tragedia.

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