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Ricardo Sevilla
Sally, enamorada, se casó con César “N”. Ambos tuvieron una hija, “Romi”. Al darse cuenta de que aquel sujeto era un hombre apático y manipulador, la mujer decidió divorciarse. Pero las cosas no fueron tan simples.
Sally recibió una catarata de intimidaciones: chantajes, injurias, coacciones y amenazas de muerte. César llegó a decirle: “¡Ya verás! ¡Te voy a dar un madrazo donde más te va a doler!”. Y así fue. César “N”, quien ha sido denunciado por violencia intrafamiliar, ha golpeado e injuriado a “Romi”, su propia hija. La menor no quiere estar cerca de él.
No obstante, Martina Guevara Ramos, jueza en el Juzgado de Oralidad Familiar de San Miguel de Allende, determinó que la custodia le corresponderá a César “N”. Además de entregar a su hija, la juez determinó que Sally deberá pagar pensión alimenticia a su expareja. Y si la mujer no entrega a “Romi”, podría ser acusada de “secuestro”.
A más de 275 kilómetros de Sally, en Hidalgo, vive Haideé. No se conocen, pero ambas padecen el mismo caso. Haideé también estuvo casada con un hombre violento, Jaime “N”, quien trabaja en el C5 de Hidalgo.
Este sujeto también ha golpeado e injuriado a su propio hijo, Diego “N”, según ha reconocido él mismo, “para darle en la madre” a Haideé.
Infelizmente, Sally y Haideé son apenas un par de ejemplos de las mujeres que padecen violencia vicaria. Acciones como sacar de su casa a las mujeres, difamarlas en redes sociales, atacar a familiares cercanos y
personas significativas o promover procesos de custodia y recursos legales para coartar visitas forman parte de este tipo de violencia.
Y eso hay que denunciarlo con voz firme. La violencia contra las mujeres debe terminar de una vez por todas.