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Ana María Vázquez
Era bajita, pero su estatura moral y espiritual la hacía ver inmensa; pelo rizado entrecano y recogido suavemente en la nuca, sin maquillaje y como único adorno además de sus aretes, la enorme foto de su hijo cosida al pecho, como si fuera un gran escapulario.
Siempre vestida de negro, un luto que no se quitaría jamás. Perder a su hijo Jesús le cambió la vida, el muchacho tenía 19 años y en 1974 fue apresado junto con otros muchos jóvenes acusado del asesinato del industrial Eugenio Garza Sada y para el joven Jesús, por el asesinato del policía Guillermo Villarreal. La respuesta del gobierno fue feroz y como él, muchos sufrieron de encarcelamiento ilegal, tortura, mutilación
y desaparición forzada; a esto se le llamó “La Guerra Sucia” del gobierno.
Tras un largo peregrinar y el silencio de las autoridades, doña Rosario funda junto con otras madres de desaparecidos, el comité ¡Eureka!, para exigir justicia. ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!
No fue una frase acuñada por la desaparición de los 43, sino por el Comité Eureka, encabezado por esta madre, pionera de tantas otras que luchan día a día por encontrar a sus hijos. Siempre impulsada por la esperanza de encontrar a su hijo Jesús, comenzó su activismo con huelgas de hambre, marchas, plantones y cuanto pudiera para exigir al gobierno transparencia y, sobre todo, la localización de su hijo desaparecido. Candidata al Premio Nobel de la Paz; Medalla al Mérito Eduardo Neri; Medalla Belisario Domínguez; diputada, asesora política y candidata a la Presidencia de la República, son algunos de los
reconocimientos y cargos que obtuvo a lo largo de su vida.
Doña Rosario murió en Monterrey el pasado 16 de abril, el gran medallón cosido a su ropa se fue haciendo cada vez más pequeño con los años hasta convertirse en un broche que siempre llevaba prendido a su cuello. De sus 95 años de vida, más de 40 los pasó buscando a su hijo sin encontrarlo, ahora por fin, sabrá qué fue de él.