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Javier Cerón Espinosa
Hasta donde se conoce Carlos Romero Deschamps, dejó su despacho de la calle de Zaragoza, en la capital del país, dónde está el Sindicato de Trabajadores Petroleros, presencialmente, pero ahí sigue su silla, su escritorio y sus fotografías intactas, nadie se atreve a tocarlas, pero más allá en el umbral está convertido en el hombre que mueve los hilos a través de sus incondicionales.
El gobierno de López Obrador, vio con beneplácito que “renunciará” a la dirigencia para jubilarse, pero no desactivó toda la maquinaria que opera leal a sus “recomendaciones”, sin que él aparezca públicamente, porque desde algún lugar sus allegados de su círculo primario, conforman el grupo de poder que da “línea” a sus caciques regionales, que gozan de recursos económicos y de impunidad ante los atropellos sindicales.
Esto ha generado un laberinto por el que transitan los aspirantes a ocupar la Secretaria General del sindicato, que, a lo largo de décadas, desde que empezaron como oposición al “cacicazgos” de Romero Deschamps, han actuado en grupos aislados y dispersos, sin una plataforma en la que los trabajado- res confíen en un cambio a fondo y democrático. Aunque aspiren a una transformación que no sea más de lo mismo.
Ante este escenario, los opositores saben que prevalecen las pugnas, el terror laboral, la captación, las amenazas de despidos y la venta de plazas, dónde la autonomía sindical es el mecanismo para engrosar los bolsillos de unos cuántos.
Por este camino transita una elección en la que los trabajadores petroleros que son unos 85 mil porque no hay certeza en un padrón, tienen la esperanza de un cambio que ha ofrecido el actual gobierno de la 4T, por medio de la Reforma Laboral, para democratizar el gremio petrolero, ante las señales torcidas que envían las autoridades y que los aspirantes a candidatos tienen la convicción de que “…están mal informando al Presiden- te”. Hasta la próxima…